martes, agosto 23, 2005

Panoptismo, sociedad y normalización.



El panoptismo, como modelo de vigilancia y de corrección ha traspasado, por lo mucho, su psicológica geometría, y hoy en día se funde en las sociedades de una forma indisoluble e inmanejable, respondiendo a todas las expectativas que tenía Bentham de su dispositivo panóptico. La vigilancia ya dejó la torre y el vigilado, la periferia. El edificio circular ya esta deshabitado y el camino hacia el torreón ya no es necesario transitar. Esto, por que hoy en día el panoptismo existe como una aleación entre una presunta liberación del ser humano de su asedio visual constante, por una parte, y una continua vigilancia, por otra, quizás llevando a la perfección el modelo de Bentham en el que se disocia por completo la pareja ver-ser visto, y en el que las relaciones entre vigilante y vigilado son cuanto mas etéreas, mas eficaces. Sin embargo, este sistema debió cambiar su metodología de acción, puesto que el individuo vigilado ya no esta aislado en una celda sino que esta inserto en una sociedad influyente. ¿Cómo es posible que hoy en día ya no sea necesario un contacto visual constante sobre una gran masa de individuos, heterogénea e imprevisible, y sin embargo, se mantenga ese asedio que con su fuerza, amolda un espíritu extraviado al esquema que el vigilante quiere mantener?

La respuesta a esta interrogante fue formulada mucho antes de que se pensara en que un proceso psicológico que se ideo para un edificio especial emancipara sus fronteras hasta lo impensable, es decir, hasta la sociedad en su conjunto. Cito:”Un individuo cualquiera, tomado casi al azar, puede hacer funcionar la maquina” Ahí esta la clave. Con esta frase se aclara que cualquiera que esté dispuesto a ejercer un rol de vigilancia sobre un grupo, puede hacerlo desde el anonimato, mirando desde lejos, o inserto en él, de incógnito, observando los detalles. Dos ejemplos. Un hombre vive en un departamento frente a un sitio eriazo donde se consume drogas constantemente. Desde su ventana ve este panorama día y noche. Poco a poco, las caras de los asiduos drogadictos le son familiares. Así va desentrañando sus actuares y conociendo sus puntos débiles. Cuando reconoce el momento de actuar llama a la policía y ésta detiene a todos los implicados, terminando con el consumo. Por otro lado, existe información de una banda de narcotráfico que actúa a nivel mundial, pero que lo inextricable de sus redes de contactos hace que sea imposible de detener. Entonces un policía se mezcla entre los drogadictos, los conoce, los estudia, y escala, a base de una confianza ciega, hasta la cúpula de la mafia. Ahí reconoce cual es la forma de desbaratar esta organización y alista a sus compañeros para que estén listos para actuar. Cuando el grupo esta mas vulnerable efectúa una señal y la policía se deja caer, terminando con una organización que estudiada desde fuera habría sido imposible de detener. El vigilante observa desde fuera, sin ser jamás reconocido, y el vigilante observa los detalles, con la misma discreción que el primero. Ambos ven sin ser vistos y dejan en sus victimas la sensación de saberse observados sin ellos nunca ver. Queda así, sobre la victima, grabado a fuego, el efecto que tanto desea imprimir el sistema panóptico. “El que esta sometido a un campo de visibilidad, y que lo sabe, reproduce por su cuenta las coacciones del poder; […] se convierte en el principio de su propio sometimiento”

Pero el panoptismo va más allá de lo ocular. Existen hoy en día una serie de marcas que fueron diseñadas para diferenciar, clasificar, y encasillar a los individuos, y permiten, con ello, poder actuar sobre un ser en particular en una colectividad general. Por ejemplo, hoy en día no existe un auto recorriendo las calles de las ciudades sin su debida patente, o no existe individuo al que no se le hayan tomado las huellas digitales o que no posea un digito identificador único. Es mucho mas fácil notar quien es el causante de una trasgresión, cuanto mas identificable es el que la cometió. Si no existieran esta serie de registros se haría imposible identificar a un ladrón, que usando sus manos descubiertas, no deja más pistas que sus huellas en la escena del crimen. O cuan dificultoso se haría encontrar un auto robado si no pudiera ser reconocible ante el resto de los autos que comparten el mismo modelo. Pero hoy en día la ciencia aporta aun más a la capacidad de diferenciación de individuos. Con los avances de la genética, ahora basta solo un pelo, o una célula, para identificar por completo a un asesino en serie, o a un violador. Sin duda un gran avance en el campo de la identificación, pero a su vez, un avance gigantesco en la panoptizacion de la sociedad.

Pero este transito, desde la vigilancia situada en un edificio alto e imponente en el centro de otro que lo rodea, hasta la que puede ejercer cualquier persona que se crea con la necesidad o autoridad de vigilar, o hacia la diferenciación de los individuos mediante marcas, es un proceso gradual, inculcado por las circunstancias históricas, y que, a fuerza de su uso, queda como conducta innata en el ser humano. El viaje, lento pero seguro, desde el panóptico hacia las calles, es posible analizarlo como otro proceso mas en la historia de la humanidad. En un principio, la vigilancia constante e incorpórea, situada en una torre, era, por una cuestión lógica, solo utilizable en un lugar como el panóptico, limitado por su geometría específica y sus distancias reducidas. Aplicarlo en más lugares, no tan limitados, era, por lo menos en esos tiempos, impensable. Sin embargo, la historia diría otra cosa. Lo que ideó Bentham estaba ya emancipado hasta la campos mas grandes de acción en la época del dominio nazi. En los campos de concentración era menester implementar una forma de estructuración de los sometidos, llevar registros de ellos, investigar y anotar, y así subordinar e influenciar. En estos sitios era posible efectuar una marcación (judío-no judío) al mismo tiempo que una distribución diferencial (quien es, como es, donde debe estar).

Extendamos un poco el estudio. En el periodo nazi, cada judío, cada gitano, cada homosexual era registrado con un número tatuado en su brazo. Un número que era imposible de borrar, un número que permitía un seguimiento pleno de peso, estatura, condición, resistencia, pero sin la necesidad de mantener al individuo aislado de sus compañeros. Hasta tal punto se utilizaba esta herramienta que no era necesario identificar a alguien por el nombre, sino que es mas que suficiente la numeración para encontrar a quien se necesitara. Con el panoptismo actual no es necesario una identidad, sino mas bien una identificación, la distinción por sobre lo distintivo. El régimen nazi cayó pero aun quedan sobrevivientes de los campos de concentración con su marca en el antebrazo. Permitámonos por un momento, la despiadada licencia de imaginar que aun imperara el nazismo en la Alemania moderna. Se estaría siguiendo en ellos “una investigación que se prolongaría sin limites en una observación minuciosa y cada vez mas analítica, un juicio que seria, al mismo tiempo la constitución de un expediente jamás cerrado” en otras palabras, con ellos se seguiría al pie de la letra la lógica con la que fue ideado el panóptico.

Ahora vemos que el panóptico ya dejó su existencia en los complejos diseñados especialmente para su implementación y es usado en campos más amplios, más heterogéneos, pero aun limitados. Sigamos con la lógica. Después de actos tan condenables como los que ocurren, cada cierto tiempo, en lugares imprevisibles, van quedando ambientes sensibles. Se denuncian, con creces, las irregularidades que se cometen, a favor de la sana convivencia, y del respeto a los iguales. Comienza, poco a poco a cobrar fuerza la entidad de la denuncia ciudadana. Se implementan, por parte de los organismos encargados, formas de denunciar que son al mismo tiempo eficaces y confidenciales. Así, como en una paz armada, se mantiene a toda una sociedad atenta y cordial, cuidando no atropellar los derechos de nadie y de mantener las susceptibilidades personales bien a raya. Vivimos insertos en un mundo panoptizado vigilándonos todos a todos, y todos sintiéndonos vigilados por todos. Nunca una mirada asediante, pero siempre una mirada presente. Siempre manteniendo nuestra conducta en lo normal. Encasillándonos en lo aceptable por una relación de poder que no se ejerce física sino que psicológicamente, al inconsciente colectivo de la humanidad entera. Nadie en su sano juicio escapa a ello.

Con todo el mundo dentro de una gigante estructura anular y al mismo tiempo todos dentro de la torre, cabe preguntarnos ahora: ¿Quién dicta la orden de condenar la prostitución y permitir la explotación laboral? ¿Quien fija la vara de lo permisible, las buenas costumbres, lo aceptable y por ende lo condenable?

El proceso de construcción de una normalidad, y la consiguiente necesidad de normalización responden a un afán de supervivencia que reconoce Nietzsche en el ser humano como la persecución innata de la verdad: “El hombre nada mas que desea la verdad en un sentido análogamente limitado: ansia las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que mantienen la vida” El hombre reducido a lo mas animal de su existencia, buscando todos los mecanismos para perpetuarse en el tiempo. Con esta excusa podemos asumir el rol de vigilantes, y asumirnos también como vigilados. Vigilantes de la verdad, para que la verdad reine en el resto, vigilados para que también la verdad sea parte de nosotros. Con falsedades, engaños, falacias, con la enemistad de todos contra todos, estaríamos destinados a perecer. La verdad mantiene la vida y a ello respondemos todos, camuflando esta supervivencia como la búsqueda de la verdad. Pero esta verdad no es inmutable, y existen ciertos mecanismos que van fijando, de época en época, que es lo correcto y que es lo erróneo. Y los hombres vamos aceptando que sean otros quienes decidan por nosotros que debemos tolerar y que condenar. Nietzsche lo postula como un contrato, y Foucault lo corrobora: “el individuo, en la medida en que se quiere mantener frente a los demás individuos […] precisa de un tratado de paz. Este tratado conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de de ese misterioso impulso hacia la verdad” dice el primero. Aseguramos así que no se sobrepasen los límites, aseguramos el poder mantenernos frente a los demás. Aceptamos una disciplina por la vía de contrato en beneficio de nuestra propia subsistencia.

En conclusión, no cabe duda que el panoptismo está enraizado en la sociedad de una forma sutil pero irrevocable, donde cada uno es vigilante y vigilado, respondiendo a un mecanismo de subsistencia que nos imponemos contractualmente pero que nos limita a actuar dentro de márgenes que mutan de tiempo en tiempo, pero que no dejan de mermar nuestra individualidad y que terminan reglamentando nuestras conductas y adaptándolas a la normalidad. En fin, estamos insertos en una situación de poder de la que nosotros mismos somos los portadores.

1 Comentarios:

At 1:48 p. m., Blogger yO, cLaUdiO Dice...

Hola, me gustó esta reseña de la historia del panóptico. De hecho la primera vez que visité tu blog quedé con ganas de leer este post.
Si bien todos nos vigilamos a todos, más relevante es la vigilancia de uno sobre uno mismo. Siendo en parte eso lo que sostiene Foucault, 'Vigilar y castigar', a quien explicas.
Aunque también están presente los discursos que crean una idea de normalidad, los que finalmente los hacemos propios o nos son impuestos y por lo mismo somos nosotros mismos nuestros vigilantes.
Un Abrazo

 

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