sábado, octubre 08, 2005

Memoria y Escritura

He estado separado un tiempo del blog por asuntos academicos. Principalmente por controles en la universidad y por otros compromisos que he ido adquiriendo este semestre. Sin embargo, uno de los tantos requerimientos academicos que he tenido ha sido la escritura de un ensayo basado en la pelicula Memento. El ensayo es para el ramo "Arte, Cine y Literatura. Texto e Interpretacion". Continuacion reproduzco el texto que entregué. Antes me corresponde explicar la similitud entre este ensayo y otro texto que publiqué en el blog hace un tiempo. Esto se debe a que saqué algunas ideas de ese texto para escribir el trabajo. Nada mas de explicaciones y aqui esta mi ensayo.

La separación que se hace entre historia y prehistoria, señalada con la invención de la escritura, a simple vista puede parecer algo superfluo, mas bien un capricho de los historiadores que una división pensada filosóficamente. La escritura, sin embargo, hace de separación entre historia y prehistoria, de la misma forma que la memoria hace la separación entre lo real, lo que realmente ocurrió, o lo que realmente se quiso decir, con lo ficticio, lo que no se recuerda, lo que nunca pasó, o lo que nunca se quiso transmitir. Sin la invención de la escritura, sin los signos pintados en la piedra, sin los escritos reposando en los papiros, sin los anaqueles llenos en las bibliotecas del mundo, la historia, como ciencia que “graba con sangre, que se puede encubrir, pero que no se puede cambiar” sería, al igual que los relatos de la tradición oral, nada mas que mito. El mito que dejó atrás la modernidad, seguiría como verdad absoluta, como política de la verdad, sin la invención de un código escrito que atestiguara la veracidad o falacia de los hechos que se cuentan, o que por lo menos, pusiera coto al proceso de reinvención que sufren todas las historias que se transmiten oralmente. El registro escrito, a la memoria de los hombres, ejerce el mismo poder de veracidad que posee la imagen televisada en la sociedad del espectáculo.

Así, la historia se sirve de la escritura y no de la memoria, para que, de la misma forma en que los antiguos grababan sobre la roca y no sobre la arena, los hechos sean inmutables, no sujetos al paso del tiempo, o a los procesos anamnésicos inherentes al ser humano, y por tanto frágiles, o aun peor, a los avatares de la amnesia, la falta de memoria, un crimen, si de recordar se trata. Es al paso del tiempo, como factor amnésico de la historia, a lo que se opone la escritura. La escritura, en último momento es supervivencia. En las palabras de Derrida: “Hay supervivencia en el momento en que hay huella”.

La escritura, vista desde un sentido amplio, es memoria. Sin embargo, la capacidad de recordar que ofrece la escritura se ve limitada por el cambio que se produce en el proceso de inscripción de un hecho perteneciente a un contexto determinado, al ser extraído desde su situación de realización, a otra atemporal, anacrónica, limitada por lo que se puede inscribir, por los verbal, lo locutivo, dejando de lado, de una forma un tanto parcial los aspectos ilocutivos, pero mas gravemente los perlocutivo, lo paraverbal del lenguaje, en tanto es mas difícil inscribirlo. Este problema lo explora Paul Ricoeur, en su ensayo “Habla y Escritura”, analizando como afecta a cada uno de los factores del leguaje el paso de lo oral a lo escrito. Su exposición se puede resumir en la siguiente frase: “La inscripción del discurso es la trascripción del mundo, y la trascripción no es duplicación, sino metamorfosis” Un discurso oral, una situación puntual, en un contexto, no puede ser inscrito fielmente, esta sujeto a cambios, a metamorfosis. Así, la incapacidad de establecer un dialogo con quien escribe, la incapacidad de inscribir los aspectos elocutivos y perlocutivos fielmente, la universalidad de lo escrito, contra lo limitado del discurso hablado, la imposibilidad de una buena contextualizacion de un discurso, hacen que la realidad se distancie irremediablemente de lo que de ella se ha escrito.

La escritura como memoria en Memento

Pero a pesar de que en algún caso la escritura pueda resultar limitante, y en otro emancipador, el ser humano se ve impelido a registrar, a inscribir, a dejar una huella. Conciente de la volubilidad de los recuerdos humanos, el hombre plasma en el papel lo que le parece digno de recordar. En este sentido, la construcción fílmica que hace Christopher Nolan, en su película Memento (2000) se irgue como una oda a la capacidad rememorativa que ofrece la escritura, ilustrada en la situación limite de Leonard, un hombre que no puede recordar, pero que utiliza imágenes y textos escritos para tener algunas nociones de lo que le ha sucedido. Sin duda, la imagen que mejor refleja la necesidad de la inscripción como proceso de rememoración es la situación de desesperación que vive el protagonista cuando se da cuenta de quien es realmente Natalie después de una discusión que tienen, pero no encuentra forma de registrarlo. El tiempo pasa, su memoria se desvanece, y al no poseer ningún escrito asociado a su imagen, olvida. Y vuelve a caer en su juego. Sin una imagen, si la escritura, olvida así como olvidaría el hostal en el que el vive si no tuviera registro escrito de que ese es su paradero, como también olvidaría que el mismo se propuso: “no creas en sus mentiras”, refiriéndose a Teddy. La escritura es su forzado sustituto a la memoria.

Un sustituto ineficaz, puesto que limitado. Sus escritos no engloban situaciones. No inscriben emociones, no dan más información que la que está detallada. No hay asociaciones, no hay interrelaciones. Sin embargo cumple con su objetivo, informa lo necesario para poder seguir adelante. Es, para Leonard, su camino al futuro, lo que esta escrito de su pasado. Lo que él escribió de su pasado. Quizás, si Memento aguanta conjeturas, las breves notas al pie de una fotografía instantánea, hayan derivado en la escritura de un diario. Algo más elaborado, que permita más relaciones, que no sea escueto. Leonard, escribiendo un diario habría tenido mas conciencia de su propia historia que lo que le pueden ofrecer simples frases desconectadas de cualquier recuerdo. Pero los recuerdos para él están vedados.

La perdurabilidad de la escritura en Memento.

Cuando el ser humano inscribe, lo hace sobre una superficie de inscripción duradera. Una huella en la arena se desvanece con el viento; el tallado sobre la piedra es imperecedero. El hombre, desde antaño consideró la necesidad de escribir para la posteridad las vivencias que en ese momento le ocurrían. Memento explora esta faceta de una forma escalofriante. No hay mejor registro para Leonard de sus momentos, además del que hace en sus fotografías, que el que puede grabarse en su propia piel. Su piel como papiro, como papel, indeleblemente tatuada, registro eterno, objetivo, inviolable, incuestionable. Llena de signos, su piel se transforma en la roca que tallaba el escriba. Pero también, al mismo tiempo que imborrable, la escritura en la piel preserva otra de las funciones de la escritura. La capacidad de trasladar, en forma de “señales”, un discurso, un mensaje.

Pero además de esto, Christopher Nolan utiliza el soporte de la piel para ejemplificar algo que también es muy central en el proceso de la escritura. Los registros tienen validez cuando son consultados. La labor de la historia seria fútil si no se pudieran consultar los registros de antaño, de la misma forma en que la cartografía seria vana sin la consulta a los mapas, o que las leyes serian inútiles si los abogados no pudieran escrutarlas. La escritura esta ahí para ser leída, de lo contrario, es baladí. De la misma forma en que un recuerdo es valido en tanto se produce el proceso de la anamnesis, la escritura como memoria es igualmente valida cuando es posible recaer en ella.

Por esto es que Nolan encuentra tan necesario simbolizar la necesidad imperiosa de la escritura, el poder de transito que tiene el discurso escrito y en ultimo caso, la necesidad de lo escrito por ser consultado, con las inscripciones sobre la piel.

Una ultima reflexión en torno a la escritura.

Memento alaba las regalías que ofrece el proceso de trascripción de la oralidad o de las vivencias, a lo escrito. Ejemplifica con una situación límite la necesidad imperiosa que siente el ser humano por escribir, pero a juicio propio, hay un punto que queda fuera dentro de esta creación y que quiero resaltar.

Concuerdo plenamente en que la escritura nace como ayuda a la persistencia de la memoria. Sin embargo, sostener que la escritura se mantiene con este mismo fin en la sociedad actual, postmoderna, es, a mi parecer, una falacia. O por lo menos, la escritura hoy no se rige exclusivamente bajo este único precepto. Voy a explicar mi presunción. Memento no sostiene la exclusividad de la escritura como mneme, ni una ambivalencia. En ese sentido se mantiene al margen. Pero creo que la escritura hoy también alimenta la necesidad del ser humano de dejar una Huella, no necesariamente como ayuda, sino como marca. Al hombre postmoderno no lo contentan las pisadas en la arena. La escritura sacia ese deseo de inmortalidad, de permanencia, de trascendencia. Nietzsche lo diría así: “¡Sobre todo, no me confundáis con otros!”. Y Borges:

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo
que mis días merezcan el olvido,
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,
pero que algún verso perdure
en la noche propicia a la memoria
o en las mañanas de los hombres.

Ese es el afán que alimenta hoy la escritura. O que comparte roles con el de la memoria. El postmoderno no quiere dejar su voz desvanecida en el viento. Quiere, más bien, “que algún verso perdure […] en las mañanas de los hombres” En este sentido salen a la luz miles de escritores, inscriptores. Pero la Historia hace justicia solo con los grandes, como Borges.