viernes, noviembre 18, 2005

Auguste Dupin, lector de Borges

No pude con la U. Ahora por fin de vacasiones (quedan solo los examenes) podré volver a dedicar tiempo a esta invencion. Mi ultima actividad academica será entregar un ensayo para el ramo Literatura I. El texto es el que viene a continuacion, de titulo "Auguste Dupin, lector de Borges" El requisito: hacer un ensayo que estuviera relacionado con la lectura de un cuento de Borges. El cuento que escogí fue "La casa de Asterion", un texto muy breve que me fascinó la primera vez que lo leí, hace unos buenos años, y que ahora viene a ser el eje sobre el cual se articula algo como esto:
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Considerar a Borges como el escritor mas leído puede pasar a llevar la sensibilidad de William Shakespeare o Miguel de Cervantes. Incluso, y aunque la comparación parezca burda, y si Borges me lo perdona, Agatha Christie o Stephen King podrían sentirse ofendidos con esta aseveración. Sin embargo el pueblo argentino podría incluir entre las peculiaridades de su nación, junto con el magnifico Teatro Colon y las interminables librerías de Buenos Aires, el poseer a uno de los escritores mas re-leídos en el orbe. “[En la obra de Borges] la materia narrativa está organizada de tal manera que la primera lectura no logre sino una captación parcial (o errónea) del texto” Es que Borges, al parecer, escribe para quien disfrute desembrollando enigmas, acertijos, jeroglíficos, y en definitiva, para quien el acto analítico no se torne una complicación innecesaria sino una fuente de grandes goces. Es por esto que cualquier lector ansioso de comprender a cabalidad la creación borgeana necesitará, después de una primera lectura que entrega la clave del texto, una o varias relecturas esclarecedoras, no obstante todas las pistas estén ya sobre la mesa. Esto a menos que el receptor sea alguien que tenga la facultad de obtener las conclusiones correctas, que a simple vista parecen intuición, por la sola esencia del método. Para el resto, “aunque se disponga de todo el material necesario para llegar a la interpretación justa y completa, el lector sólo se fija, durante la primera recepción de la obra, en una (o algunas) de las valencias del texto (…) mientras que la valencia real o principal pasa inadvertida y solo se revela, brusca y totalmente, al final” El lector se comporta, en la lectura de la narrativa borgeana, como un Auguste Dupin, aquel detective que no necesita de la fuerza bruta de los procedimientos policiales para resolver sus encrucijadas. Cual novela policial, en la que el final se presenta como momento esclarecedor, las ficciones de Borges suscitan, necesariamente, una reflexión retrospectiva que de con el sentido global y correcto del texto, a menos que se realice un trabajo detectivesco, como el de Dupin, y con una primera lectura se comprenda la verdad tras la quimera.

De este modo se presenta la información en el breve cuento “La Casa de Asterión” incluido en el libro “El Aleph”. Las claves para comprender el sentido final del texto están dadas desde el epígrafe. La cita “Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión” proviene de la obra de Apolodoro, un escritor del siglo I a.C. que se dio a la tarea de hacer un compendio sobre mitos y leyendas de la antigüedad greco-latina. Para quien conozca la relación se hará evidente la raigambre mitológica que tiene el relato adivinando de inmediato que la casa de Asterión no es más que el laberinto del minotauro. Quien desconozca ese dato, podrá pensar en el epígrafe como un “Érase una vez una reina…”; verá en la cita una función contextualizadora que no es más que la clave primera que pone a la luz completamente el sentido del texto. Empero, la posibilidad de develar el referente mitológico ha sido concientemente obstaculizada por el autor. Está destinada solo a quien disfrute fatigando anaqueles empolvados y leyendo libros olvidados de páginas marchitas. En otras palabras a alguien que entre en una librería de París buscando un libro “tan raro como notable”, alguien “con una extraordinaria amplitud de lecturas” Curiosamente, esta idea encaja con el estereotipo del investigador que describe Piglia: “Hombre de letras”, “artista raro”, “un gran lector”, con una “mirada caracterizada por la contemplación y el exceso de sentido”

De lleno en el texto, el autor no se cansa de dejar, una tras otra, claves que podrían ayudar a dilucidar el enigma. Claves que se presentan, a su vez, como un enigma. Una casa con infinitas puertas, abiertas todo el día, sin una cerradura, en la que no hay un solo mueble, en la que todas las partes están muchas veces, donde cualquier lugar es otro lugar, son, a ojos de quien lee por primera vez el relato pasando por alto el dato inicial, declaraciones que solo ayudan a tornar mas inextricable el sentido de la narración. Claves y más claves que, metafóricamente, no hacen más que dar evidentes referencias a los laberintos y a lo semitaurino de Asterión.

Auguste Dupin no habría pensado en paradojas leyendo las inverosímiles características de la casa como tampoco habría pensado en paradojas cuando leyera el cuento “El Libro de Arena”. Auguste Dupin habría inquirido en el texto, el sentido de tales metáforas. Todo tiene su sentido en la obra de Borges. El azar, aquel que interviene en las deducciones de quienes buscan respuestas a los crímenes sin explicaciones fundadas en las relaciones entre acto y actor, no entra en la literatura borgeana como tampoco cabe dentro de las hipótesis de, digamos, el ahora Dupin lector de Borges. Pues el libro de “exactamente infinitas paginas” (catorce paginas) viene a consumar la idea del Libro de libros, la secreta esperanza de poder dar sustancia material al arquetipo platónico. El libro de arena que no es más que el libro que contiene en su interior, en sus infinitas páginas, además de toda la literatura, todas las lecturas. Por que como es imposible en la construcción de Borges, volver a consultar la misma página después de leída, es imposible que una misma página tenga, aun en una misma persona, la misma lectura. Esa misma manera de ejemplificar con el infinito algo que nunca puede volver a ser igual ocupa Borges para hacer de la casa de Asterión un laberinto. “Todas las partes de la casa están muchas veces” ¿Podría un laberinto tener marcas que indiquen en que sector de él se está? “La casa es del tamaño del mundo: mejor dicho, es el mundo” ¿No parece un laberinto interminable aun cuando este pequeñamente limitado?

Hacia el final del libro, cuando ya la solución al enigma es obvia, cuando A. Dupin ya ha resuelto el misterio, cuando Holmes ya dio con el asesino, cuando ya se encaja la última pieza del intrincado puzzle, las analogías se hacen evidentes. Basta volver a leer, a re-leer, la creación para poder encontrar, por fin, sentido a todas esas sutiles informaciones que iban aclarando la narración. Es esa misma la situación que se vive al ver una película por segunda o tercera vez, ya adoptado el sentido del film. Las relaciones se hacen evidentes.

Lo que cabe preguntarnos, por último, es el sentido que tiene darle ese sentido a la creación literaria. Cual es el fin de hacer que un cuento de dos carillas, que no contiene la dificultad estructural de la narrativa de vanguardia, oculte su significado, al igual que en el caso del fluir de la conciencia, con el uso de símbolos. E. Wind parece dar la respuesta: “¿Qué es un símbolo? Decir una cosa y significar otra. ¿Por qué no decirlo directamente? Por la simple razón de que ciertos fenómenos tienden a disolverse si nos acercamos a ellos sin ceremonia”


1 Comentarios:

At 6:17 p. m., Anonymous Anónimo Dice...

Su texto es de sumo interes. Es muy desprolija la forma en que lo presentan, y hay tambien pequeñas faltas ortograficas. Siento pena por el que lo escribio y le interesa porque escribir eso es una P-A-J-A!!
Saluda Atentamente,
Tu admiradora Secreta.

 

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